En el patio de mis viejos no es poco que las sillas coincidan (quizás es más claro decir que le pertenezcan) a su mesa. Tampoco que el rosado de la pared se le asemeje al de las baldosas después de una lluvia de verano. Lo que sí es seguro, es que nadie las pensó para expresar tantas soledades. O mejor dicho, una misma soledad destinada a repetirse cada mañana in aetérnum.
Tema del traidor y del héroe. (Un relato sobre relatos)
Cuando era chico solía escuchar aquella frase tan inquietante de la ética popular: hay que saber sostener con los hechos lo que uno dice con